Reparar, remendar, restaurar parecen sinónimos y metáforas que nos hacen pensar en frases que tocan hondo en las ciencias sociales, como puede ser la idea de tejido social. Tejer, entrever, remendar, coser, unir, atar, vincular son formas cómo se estrechan lazos entre las personas. A diferencia de las ciencias naturales, en las sociales trabajamos esencialmente con personas, con seres humanos en sus muchas y diversas vinculaciones con el entorno, entre ellos y ellas, en las maneras cómo constituyen comunidades, cómo se articulan y también sobre el conflicto mismo de la convivencia en la diversidad de fenómenos sociales.

Enhebrar remite al trabajo que se realiza desde el propio acopio de la lana o la confección del hilo en toda su dimensión procesual y cultural. Las hebras de una madeja se arman, se estrechan, se rompen y también, se pierden y se estrechan con nuevos nudos y secuencias que nos remiten a procesos.

Son casi veinte años y hasta un poquito más, que reflexiono sobre cómo los años contemporáneos de violencia quebraron lazos, restablecieron y destrozaron tejidos sociales, derribaron y destruyeron mundos. La investigación había comenzado en el 2011 en Santiago de Lucanamarca, Ayacucho, cuyo nombre aparece cada vez que se habla sobre terrorismo en el país. El propósito era conocer cómo se estaba llevando a cabo las inscripciones en el Registro Único de Víctimas y la entrega de las reparaciones económicas (colectivas e individuales). En ese momento Lucanamarca me pareció un buen lugar puesto que ahí podíamos mirar en funcionamiento las diferentes estrategias de las políticas de justicia transicional en acción: había sido estudio a profundidad por equipos de investigadores de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, había tenido exhumación y entierro digno en el nuevo cementerio (el documental Lucanamarca, de Héctor Gálvez y Carlos Cárdenas da cuenta de ello) y habían nombres de lugareños que aparecían en la primera lista de reparaciones del año 2011.

En el 2013 escribí sobre cómo el tejido social quedó resquebrajado en lugares como Lucanamarca y Huanca Sancos durante los años de la guerra y luego en los subsiguientes cuando otras lógicas comenzaron a operar y transformar sus relaciones con el Estado (Ulfe, 2013). Esa investigación dio lugar a un pequeño libro publicado por CLACSO (¿Y después de la violencia que queda? Víctimas, ciudadanos y reparaciones en el contexto post-CVR en el Perú) en el 2013. El estudio abrió las puertas para pensar que es difícil comprender muchas veces las historias de violencia como hechos aislados o que suceden en vacíos históricos, sino más bien que hay ahí una historia regional y hasta nacional más compleja. Lucanamarca no había sido la única comunidad en rebelarse a Sendero Luminoso a los meses de lluvia agrestes de 1983. Sacsamarca y Huanca Sancos también lo habían hecho. Arrasamientos de ganados, asesinatos a gamonales, instalación de nuevas autoridades, un poder fáctico, despótico y violento se instaló en estos pueblos y fueron sus propios habitantes quienes lo rechazaron para recibir después otro poder fáctico, despótico y violento: las bases militares.

Como hebras que se van entretejiendo ese estudio fue un punto de partida que nos llevó en el 2013 a postular a un concurso interno de investigación de la Universidad para estudiar con nuestra tarea de comprender las formas cómo ser y sentirse víctima eran vividos, experimentados, reparados por el Estado. La investigación se amplió a Huanca Sancos, como lugar y sede del Colegio Los Andes, famoso en su momento por la triste razón de haber sido campo de cultivo de adolescentes reclutados para Sendero Luminoso. Además, Huanca Sancos comparte con Sacsamarca y Lucanamarca ser regiones ganaderas con una elite local muy fuerte, que significó también rotación de cargos públicos y con sendero, mucha muerte y arrasamientos de ganado.

Cuando se realizan etnografías de largo aliento, los relatos no aparecen al comienzo sino más bien con el paso de los años cuando las relaciones y la confianza se estrechan. Las entrevistas más difíciles se dieron con el tiempo. El tiempo y la confianza nos abrieron a otras historias y también al trabajo de magníficos fotógrafos, cuyas imágenes comenzamos a recoger a través de álbumes familiares, a digitalizar y que nos ayudaron a colocarle rostros a esas historias personales y nombres que veníamos recogiendo.

Exposición de fotografías en el 2014 en la plaza de Huanca Sancos como parte del proyecto Reparando Ciudadanías. Fotografía de María Eugenia Ulfe, mayo del 2014.

La devolución no ha sido una acción única ni ocurrió en un solo momento, sino que la realizamos a lo largo del propio camino de investigación. Partimos de comprender la investigación como un proceso de colaboración a través de la cual se van construyendo y fortaleciendo vínculos. A fines del 2013 elaboramos un primer documento audiovisual para el Colegio Los Andes. En noviembre de ese año celebraron su 50 aniversario y nos pidieron un material audiovisual que cuente la historia del colegio. Este corto video luego fue reeditado en una mejor versión que presentamos cuando inauguramos la primera exposición fotográfica en la plaza de Huanca Sancos en mayo del 2014. En esa exposición buscamos mostrar cómo la historia del lugar era más profunda que el periodo de violencia. Si bien la violencia ha quedado como una huella y dolor imborrables, la historia del lugar y de su gente va mucho más allá. Esta exposición nos dio pistas sobre cómo continuar con el trabajo de investigación y nos abrió las puertas a usar las imágenes para hacer entrevistas como foto licitación y activar conversaciones /entrevistas a partir de quiénes ahí aparecen retratados o sobre lo que ocurría en el momento de la captura de la fotografía. Cada imagen se convirtió en un pequeño momento de la historia de la comunidad como propone Susan Sontag, pero reconociendo también la mirada de cada fotógrafo. Comenzamos a recoger fotografías, digitalizar y devolver álbumes familiares. Para diciembre del 2016 reunimos un significativo corpus audiovisual que entregamos a la Municipalidad y organizamos la última gran exposición que presentamos con un pequeño libro que daba cuenta de la exposición. Agrupamos las imágenes en momentos o periodos históricos y las expusimos en secuencias en el segundo piso de la municipalidad. Escolares de primaria y secundaria visitaron la exposición las dos semanas que se quedó en el Municipio. Las imágenes impresas y el corpus digitalizado se quedaron en los archivos de la municipalidad.

Reparando Mundos: Víctimas y Estado en los Andes peruanos (Lima, Fondo Editorial PUCP, 2021), el libro escrito a cuatro manos con Ximena Málaga Sabogal y a muchas voces y miradas también con Vera Lucía Ríos Burranca, Alicia Noa Alfaro y Miguel Gutiérrez Chero, significa cerrar este círculo, es también darle una vuelta completa al proceso mismo de hacer investigación. Reparar mundos es un vocablo con sentidos múltiples que alude al mismo tiempo al corazón del libro que es comprender el ser y sentirse víctima, las tensiones con el Estado, la vida en comunidad. Reparar es la acción de enmendar, remendar, recobrar la propia vida en comunidad. Pero la idea de reparar mundos alude también a la forma y ejercicio mismo de la investigación etnográfica, que muchas veces implica ir y volver, entrar y salir, reconstruir pequeños mundos personales y ensamblarlos, seleccionar y profundizar para dar cuenta de una historia más amplia. Esa es la historia que contamos en el libro.

Elegimos el 10 diciembre para presentar el libro con los profesores Nelson Pereyra y Lurgio Gavilán de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga como reconocimiento al día internacional de los Derechos Humanos. El sábado 11 de diciembre volvimos a Huanca Sancos. A diferencia de todas nuestras anteriores idas y venidas, recorrer el camino de día nos permitió detenernos a mirar los cambios en el paisaje, la nueva carretera que comunica a Lucanamarca y que ya no necesariamente pasa por Huanca Sancos, la manera como Sarhua baja hoy hacia el río, el cañón y sus curvas cerradas, el río Pampas. Caminamos por Huanca Sancos tocando puertas de conocidos, muchos no estaban, otros nos reconocían después de tiempo, el colegio está nuevamente en reconstrucción, una tímida comparsa anunciaba los pasacalles en honor a la Virgen de la O, santa patrona del pueblo. El salón consistorial nos pareció muy grande, comenzamos a ordenar las sillas más en un círculo conservando la distancia social obligatoria por la pandemia. Un pequeño círculo dio paso a otro y una primera ronda de intervenciones de los asistentes dio paso a otra. Se sucedió como un agradecimiento compartido, los lazos se estrechaban y los canales quedaban abiertos con invitaciones a continuar con los diálogos iniciados otra vez este nuevo año en un próximo aniversario del colegio Los Andes para que conversemos con los y las estudiantes de secundaria, pero ya dejándoles la tarea de leer el libro que también queda en su biblioteca. Más que un cierre es quizás otro camino que se abre, pues la investigación nunca acaba con el libro publicado.


Foto abridora: Municipalidad de Huanca Sancos.


Publicado originalmente en: cisepa.pucp.edu.pe